Existen figuras míticas en el mundo de la cultura como el hombre orquesta, que toca infinidad de instrumentos, baila, canta y cobra, todo en simultáneo. O el artista prodigio que como si fuera Midas, convierte en sublime cualquier cosa que toque, ya sea pintura, escultura, arquitectura o ingeniería del vuelo. Pero estos mitos, a parte de ser ideas muy entretenidas e ideales a los que algunos quisieran llegar, son solamente retratos de la incapacidad que tenemos como humanos de saber y hacer todo y de todo al mismo tiempo. Tres capitales para avanzar.
Y es que los agentes partícipes de la cultura, ya sea en producción, formación o gestión, estamos igualmente limitados en varios aspectos que cualquier mortal. El individualismo en el contexto de las artes no es viable no sólo porque no hay nada más triste que un violista sin público, sino porque es mediante las redes de contactos que podemos proveernos de conocimiento, apoyo y combustible para concretar los proyectos culturales que tengamos en mente.
A continuación tres modalidades en las que podemos fortalecer nuestros planes apoyados en el capital social:
El mentor
Existen episodios en la vida de los niños en los que se adquiere un conocimiento muy valioso de un adulto significativo. El mentor, sin importar la edad que tenga, es esa persona que aporta experiencia. A parte de ahorrarnos frustraciones, nos enseña a mirar más allá de nuestras propias capacidades y de alguna forma apadrina nuestros pasos.
Siempre es bueno realizarse la pregunta de quiénes son aquellas personas que nos aportan valor desde su experiencia en nuestros mismos campos de trabajo y a quiénes consideramos mentores. Aquellos maestros serán luz y guía a cada momento. Si no hay nadie en el panorama que cumpla con los requisitos, más vale abrir los ojos y comenzar a aprender de las personas más experimentadas y de quienes más admiremos.
El colectivo
Otra modalidad común, aunque tiene mayores posibilidades de las que aparenta. En las artes escénicas es bien sabido que sin trabajo en grupo difícilmente pueda haber resultados. Sin embargo, el colectivo va más allá de una simple reunión de colegas para construir un proyecto común. La mirada que propongo al respecto de los colectivos implica la asociación entre varios agentes culturales, tengan o no un proyecto en común, que se apoyan mutuamente aportando cada uno sus experiencias y habilidades en distintos campos.
De esta forma, en un colectivo de cinco integrantes cada uno puede desarrollar su proyecto personal, pero estará respaldado por los demás para superar de forma eficiente cada uno de los obstáculos por ejemplo gestionando espacios, consultando materiales, o consiguiendo patrocinios. El propósito de los colectivos es sumar destrezas y complementar fuerzas.
El mastermind
Se dice que Andrew Carnegie, el mismo del Carnegie Hall y de la industria del acero, tenía un mastermind compuesto por alrededor de 50 de las mentes más productivas de la economía a inicios del siglo XX. Podría pensarse en esta modalidad como un club de emprendedores de diferentes áreas profesionales reunido en torno a la discusión conceptual de los proyectos y como grupo de apoyo en el desarrollo de las iniciativas de cada uno de los participantes.
Esta modalidad de red de apoyo está directamente extraída del mundo empresarial. Implica una completa entrega y confianza porque en cada reunión deben compartirse con la mayor sinceridad todos los datos que permitan cuantificar los avances de los proyectos.
En cada reunión, cada integrante expone sus avances e inquietudes sobre sus proyectos personales y los demás aportan desde su experiencia. Un moderador se encarga de formular preguntas que permitan expandir los horizontes y al final de cada sesión, cada uno de los participantes formula objetivos alcanzables y pertinentes para ser cumplidos antes de la siguiente sesión.
Uno de los aportes más valiosos de esta modalidad es la interdisciplinariedad de los integrantes y el enfoque metodológico con el que se abordan los problemas de los participantes. Personalmente considero que la aplicación de mastermind específicamente en el campo de la cultura puede traer muchos beneficios porque propone unas dinámicas concretas para formular discusiones no sólo alrededor de la gestión sino de la conceptualización de los problemas, y la oportunidad de adherir otras disciplinas al grupo convierten a esta modalidad en una mina de oro.
Es imposible brillar en cada actividad que realicemos. Establecer comunidades potencia las habilidades de cada individuo. Buscar la manera en la que podamos aportar al campo de la cultura no sólo es una responsabilidad, sino también una oportunidad para consolidar las redes de apoyo necesarias para trabajar, crear y vivir de nuestros sueños convertidos en proyectos.
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