Dos personas sentadas en una mesa alrededor de un café, y mientras se van alargando las sombras, el tiempo se detiene porque cada uno está descubriendo un vasto terreno con cada palabra que intercambian. Una de las actividades más estimulantes a nivel mental es sostener una buena conversación.
El lenguaje hablado es el medio más importante de transmisión de conceptos e ideas abstractas, que a su vez, conforman los bloques que estructuran el entorno cultural que nos define como sociedad.
El acto de hablar y escuchar posee una serie de cualidades que propician el desarrollo de las colectividades humanas. Analizar, entender, informar, educar, pactar, entretener, crear, son sólo un ápice del poder que tiene el diálogo, y como agentes partícipes de la cultura, debemos tenerlos en cuenta para aprovechar su potencia al máximo.
A partir de las charlas se pueden alcanzar puntos de reflexión que en muchos casos trascienden una realidad entendida desde una perspectiva individualista. Compartir información es necesario en el proceso de comprender nuestro entorno.
La charla es entonces una herramienta de primera mano que nos permite hurgar nuestro contexto y nos ayuda a desenmarañar los problemas a partir de un análisis consensuado con nuestros interlocutores.
Esto deja a la conversación como una fuente de información sobre el estado del arte de los problemas más cercanos a nosotros. Conocer nuestro medio y comprenderlo nos dota tanto de argumentos como de alianzas para actuar directamente sobre él.
El diálogo es a su vez un constructor de puentes. Conocer la situación interna de El Otro significa tender un lazo de empatía para situarnos en una posición de entendimiento mutuo. A partir de este punto pueden surgir nuevas posibilidades de creación colectiva, sueños, anhelos y proyectos.
La conversación resulta entonces una materia plástica de construcción. Es ahí donde radica su poder.
En consecuencia, se hace necesario trabajar para asegurarnos un buen nivel de diálogo. A mayor calidad de material, mayor calidad de construcción, y esto se logra no sólo a través de la práctica insana de hablar por hablar, sino a través de la consciencia tanto en el mensaje emitido, como en los componentes de la información que estamos recibiendo de nuestro interlocutor.
La calidad es directamente proporcional al producto de la cantidad y la consciencia de la práctica.
Este es un llamado a salir del ensimismamiento, a romper el cascarón que nos recubre como individuos y a iniciar el tejido y urdimbre de lazos sociales que propicien nuestro desarrollo tanto personal como colectivo inscrito en la cultura.
Para los más tímidos e introvertidos es un reto apabullante, sin embargo y desde mi experiencia personal, una vez encontrado un nicho que nos proporcione cierto confort a la hora de establecer conversaciones, superar este reto significa comenzar a nutrirse de las experiencias de los demás, e iniciar la edificación de nuestra propia contribución al entorno.
Pero más allá de las condiciones personales, la figura de la conversación como acto de construcción ha detonado cambios en la estructura social y probablemente nunca dejaremos de sentir los sismos que provocaron.
Lea más en Tres capitales para avanzar.
Fue en una charla de salón donde Mary Shelley aceptó el reto de escribir una historia aterradora. Semanas después, su Prometeo moderno inauguraba un nuevo género de la literatura y planteaba reflexiones en torno al progreso de la humanidad.
La idea más romántica del artista bohemio se inscribe perfectamente en los bajos fondos parisinos cuyos cabarets recibieron a los contertulios que se revelaron en contra del Salón de París y que fundaron el impresionismo. Acogieron también a los poetas malditos, a Toulouse Lautrec, a Satie y el grupo de les six, a Baudelaire, a van Gogh y a Picasso. Aquel momento fue tan denso en sus discusiones que todo el pensamiento del arte occidental instaurado durante siglos se replanteó desde sus bases e inició un período de auténticas revoluciones estéticas.
De esta forma extiendo mi invitación a sumarse a la conversación para ver prosperar nuevos proyectos que enriquezcan nuestro contexto y nos enlacen como comunidad.